¡Qué excelente caballo pierden por falta de destreza y denuedo para manejarlo!
Dios es padre común de todos los hombres.
Si espero perderé la audacia de la juventud.
No tengo una sola parte de mi cuerpo, por lo menos enfrente, que no tenga cicatrices; no hay arma, que se use de cerca, o que se lance desde lejos, de la cual no lleve la marca.
El final y la perfección de nuestras victorias es evitar los vicios y enfermedades de los que sometemos.
Usted teme el castigo y pide por su vida. Lo dejaré libre y usted verá la diferencia entre un rey griego y un tirano bárbaro. No espere sufrir ningún daño de mí. Un rey no mata a los mensajeros.
Los griegos no deben ser esclavos de los bárbaros.
Lucharemos para Grecia y nuestros corazones permanecerán en ella.
No me siento feliz por esta victoria. Estaría alegre, hermano, si la obtuviera estando parado al lado suyo, puesto que nos une la misma sangre, la misma lengua y deseos.
Sus antepasados vinieron a Macedonia y al resto de Grecia y nos hicieron gran daño, aunque no le habíamos agredido. Me han designado líder de los griegos, y el deseo de castigar a los persas lo he tomado de usted.
No has hecho bien en publicar tus libros de doctrina oral; pues, ¿en qué aventajamos a otros ahora, si las cosas en las que hemos sido particularmente instruidos se revelan a todos?
¿Será posible, amigos, que mi padre se anticipe a tomarlo todo y no nos deje a nosotros nada brillante y glorioso en que podamos acreditarnos?
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