Si dominamos nuestra mente, vendrá la felicidad.
Todas nuestras vidas empezaron con el afecto humano como primer soporte. Los niños que crecen envueltos en afecto, sonríen más y son más amables. Generalmente son más equilibrados.
La amistad sólo podía tener lugar a través del desarrollo del respeto mutuo y dentro de un espíritu de sinceridad.
Nuestra religión es simple: no existen templos ni complicadas filosofías.
Aunque haya religiones diferentes, debido a distintas culturas, lo importante es que todas coincidan en su objetivo principal: ser buena persona y ayudar a los demás.
El enojo, el orgullo y la competencia son nuestros verdaderos enemigos.
La tolerancia y la paciencia son mucho más profundas y efectivas que la mera indiferencia.
No debemos creer demasiado en los elogios. La crítica a veces es muy necesaria.
Se dice que nuestro enemigo es nuestro mejor maestro. Al estar con un maestro, podemos aprender la importancia de la paciencia, el control y la tolerancia, pero no tenemos oportunidad real de practicarla. La verdadera práctica surge al encontrarnos con un enemigo.
Tanto el creyente como el no creyente son seres humanos. Debemos tenernos un gran respeto.
A través de la paz interior se puede conseguir la paz mundial. Aquí la responsabilidad individual es bastante clara ya que la atmósfera de paz debe ser creada dentro de uno mismo, entonces se podrá crear en la familia y luego en la comunidad.
La esencia de la vida espiritual está formada por nuestros sentimientos y nuestras actitudes hacia los demás.
La bondad o la maldad de los actos la determina su fruto.
El éxito y el fracaso depende de la sabiduría y la inteligencia, que nunca pueden funcionar apropiadamente bajo la influencia de la ira.
La muerte nos iguala a todos. Es la misma para un hombre rico que para un animal salvaje.
Que la religión pueda ser usada como un instrumento para crear divisiones y provocar más pelea, es un hecho muy infortunado.
El medio para hacer cambiar de opinión es el afecto, no la ira.
Casi todas las cosas buenas que suceden en el mundo, nacen de una actitud de aprecio por lo demás.
Si alguna vez no te dan la sonrisa esperada, sé generoso y da la tuya. Porque nadie tiene tanta necesidad de una sonrisa, como aquel que no sabe sonreír a los demás.
Si no perdonas por amor, perdona al menos por egoísmo, por tu propio bienestar.
Ten en cuenta que el gran amor y los grandes logros requieren grandes riesgos.
La esencia del cristianismo y el budismo es la misma: la práctica del amor, para lo cual es necesario poner énfasis en el perdón y compartir el sufrimiento ajeno.
Sin amor la sociedad se encuentra en estado muy crítico. Y sin él nos enfrentamos cada vez más en el futuro a graves problemas. El amor es el centro de la vida humana.
Honrar a Dios es fundamental, pero también lo es respetar a nuestro prójimo. De hecho la verdadera adoración a Dios es posible cuando uno respeta a su prójimo.
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