Es libre el que vive según elige.
Cantando la pena, la pena se olvida.
Y yo había dicho: ¡Vive! Ama y besa, escucha, mira, toca, embriágate y sueña...
Fatigas, pero no tantas que a fuerza de muchos golpes hasta el hierro se quebranta.
En tu boca roja y fresca beso, y mi sed no se apaga, que en cada beso quisiera beber entera tu alma.
Me he enamorado de ti y es enfermedad tan mala, que ni la muerte la cura, ¡Bien lo saben los que aman!
Estoy enfermo de ti, de curar no hay esperanza, que en la sed de este amor loco tu eres mi sed y mi agua.
Llegar, ¡Quién piensa! Caminar importa sin que se extinga la divina llama del arte largo en nuestra vida corta.
Dichoso es el que olvida el porqué del viaje y, en la estrella, en la flor, en el celaje, deja su alma prendida.
¡Oh gloria de los ojos, golosina eterna del mirar, dulce y fecunda carne de la mujer, suave y jocunda, madre del Arte y del vivir divina!
Alma son de mis cantares, tus hechizos... Besos, besos a millares. Y en tus rizos, besos, besos a millares. ¡Siempre amores! ¡Nunca amor!
Amarnos... ¡Ya no es tiempo de que me ames! A ti y a mí nos llevan olas sin leyes. ¡Somos a un mismo tiempo santos e infames, somos a un mismo tiempo pobres y reyes!
Tened por cierto, señoras y señores, que una de las cosas más importantes, útiles y positivas de nuestro pequeño mundo es la poesía. Esto es axiomático. No lo duda nadie..., y si alguien lo dudara no se le podría demostrar, como ocurre con todas las grandes verdades. El amor y la muerte, sin ir más lejos. Así la poesía.
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