Las armas se deben reservar para el último lugar, donde y cuando los otros medios no basten.
La naturaleza de los hombres soberbios y viles es mostrarse insolentes en la prosperidad y abyectos y humildes en la adversidad.
Los hombres olvidan más fácilmente la muerte de su padre que la pérdida de su patrimonio.
Un príncipe... Jamás predica otra cosa que concordia y buena fe; y es enemigo acérrimo de ambas, ya que, si las hubiese observado, habría perdido más de una vez la fama y las tierras.
Divide para reinar.
Es un mal ejemplo no observar una ley, sobre todo por parte del que la ha hecho.
La experiencia siempre ha demostrado que jamás suceden bien las cosas cuando dependen de muchos.
Ninguna fuerza doma, ningún tiempo consume, ningún mérito iguala, el nombre de la libertad.
El príncipe tiene que elegir de entre todos los animales a la astucia del zorro y la fuerza del león.
A los hombres hay que acariciarlos o destruirlos, pues vengarán un insulto leve, pero quedarán indefensos si se les aplica un golpe duro.
Castigar a uno o dos transgresores para que sirva de ejemplo es más benévolo que ser demasiado compasivo.
Todos ven lo que tú aparentas; pocos advierten lo que eres.
Los hombres son tan simples, y se someten hasta tal punto a las necesidades presentes, que quien engaña encontrará siempre quien se deje engañar.
Un gobernante eficaz no debe tener piedad.
Los hombres en general juzgan más por los ojos que por las manos; porque el ver pertenece a todos, y el tocar a pocos... El vulgo se deja siempre coger por las apariencias... Y en el mundo no hay sino vulgo.
Los hombres ofenden antes al que aman que al que temen.
Vale más hacer y arrepentirse, que no hacer y arrepentirse.
Los ejércitos mercenarios y los auxiliares son inútiles y peligrosos.
El Príncipe debe hacer uso del hombre y de la bestia: astuto como un zorro para evadir las trampas y fuerte como león para espantar a los lobos.
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