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Frases De Friedrich Nietzsche

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Eternidades tiernas.
¿Humillarse uno para herir su soberbia?
Toda convicción es una cárcel.
Lo que no me mata,me fortalece.
Sin música la vida sería un error.
¿Como lograste descubrir mi alma?
Son inocentes, aun en su malicia.
Abundan en la tierra los superfluos.
Pero incluso cuando llora hace reír.
El último cristiano murió en la cruz.
Los grandes intelectos son escépticos.
Fe: no querer saber la verdad.
La exigencia de ser amado es la máxima arrogancia.
Lo que mucho ocupa termina por preocupar.
Tal es el destino que quiere mi voluntad.
El que no cree en si mismo miente siempre.
La envidia silenciosa crece en el silencio.
Ha llegado la hora de buscar a los perdidos.
Que la vida ha de superarse siempre de nuevo.
Los remordimientos llevan al hombre a morder.
Yo solo creería en un Dios que supiera bailar.
En la malicia el arrogante coincide con el débil.
Todo idealismo frente a la necesidad es un engaño.
El hombre es algo que debe ser superado.
Todavía su conocimiento no ha aprendido a sonreír.
Todavía esta abierta la tierra a las almas grandes.
Amo al que no retiene para si una gota de espíritu.
Amo a aquel cuya alma es profunda aún en la herida.
Desde que me cansé de buscar he aprendido a hallar.
Quien no tienen alas no debe tenderse sobre abismos.
Tiempos hubo en el que el alma despreciaba el cuerpo.
Y muchas veces vacías la copa en tu afán de llenarla.
La espiritualización de la sensualidad se llama amor.
He aprendido a caminar; desde entonces me dejo correr.
No había aprendido aún a reír y a gozar de la belleza.
Quien siempre da corre peligro de perder la vergüenza.
El que busca fácilmente se pierde. Todo aislamiento es culpa.
Por lo que más se nos castiga es por nuestras virtudes.
Siempre cree en aquello con que logra mejor hacer creer.
Y sólo si se aparta de sí mismo saltará su propia sombra.
¿Me habrá quitado algo un dios mientras yo estaba dormido?
Sois estériles; ésta es la razón de que no creáis en nada.
Lo futuro y más lejano ha de ser la razón de ser de tu hoy.
El sexo es una trampa de la naturaleza para no extinguirse.
Y quien ansia superarse creando posee la voluntad más pura.
Pues hasta la curiosidad y el espanto terminan por cansarse.
¿Dónde esta la cumbre que yo pueda aun escalar con mi anhelo?
¿Te propones arrastrar de nuevo tu cuerpo por ti mismo?
Un amigo debe ser maestro en el arte de adivinar y de callar.
Cómo podrías renacer sin antes haber quedado reducido a ceniza.
Siempre me ha parecido hacer mejor en aprender a alegrarme más.
Soy de hoy y de siempre...Pero hay en mi algo que es de mañana.
¡Que poco se requiere para ser feliz!... El sonido de una gaita.
No me entienden; yo no soy la boca que sepa llegar a esos oídos.
Y el hombre, en su orgullo, creó a dios a su imagen y semejanza.
No puedo creer en un dios que quiera ser alabado todo el tiempo.
Vuestro honor no lo constituirá vuestro origen, sino vuestro fin.
Mirad a esos superfluos, se hacen ricos y sin embargo empobrecen.
Todo lo que se hace por amor, se hace más allá del bien y del mal.
Estoy herido de mi felicidad; han de curarme todos los que sufren.
Es de noche; sólo ahora despiertan todas las canciones de los amantes.
El mundo real es mucho más pequeño que el mundo de la imaginación.
Exceso de trabajo, curiosidad y simpatía, nuestros vicios modernos.
Miradas todas del amor, instantes divinos, moristeis prematuramente.
Como origen del bien en el mal, como origen de los fines en el azar.
De la generosidad de las almas generosas debe formar parte la gracia.
Y en esa fugaz felicidad ebria que solo el que más sufre experimenta.
Lo que se hace por amor acontece siempre mas allá del bien y del mal.
El diablo mira con envidia a quien sufre mucho y lo expulsa al cielo.
Todo lo imperecedero es mera alegoría. Y los poetas mienten demasiado.
El deleite de las pequeñas malicias nos ahorra más de una gran maldad.
Pues mi noción de la justicia es ésta: los hombres no son iguales.
Nuestra fe en otros revela en qué quisiéramos creer en nosotros mismos.
Locura le llamó a esto; la excepción se convertiría para él en la regla.
En la realidad no ocurre nada que corresponda rigurosamente a la lógica.
Y mi noción del conocimiento es: elevar toda profundidad hacia mi altura.
Solamente aquel que construye el futuro tiene derecho a juzgar el pasado.
Cuando mejor mentimos es cuando la mentira concuerda con nuestro carácter.
Si posees una virtud, y es una virtud muy tuya, no la compartas con nadie.
Reí de buena gana, mientras me temblaban las piernas y también el corazón.
Los monos son demasiado buenos para que el hombre pueda descender de ellos.
La vanidad es la ciega propensión a considerarse como individuo no siéndolo.
Le gusta al frió monstruo entrar en calor al sol de las conciencias limpias.
Todo pensador profundo tiene más miedo a ser entendido que a ser malentendido.
Ansiaban escaparse de su miseria, pero las estrellas quedaban demasiado lejos.
Para llegar a los grados superiores del poder, abandonar sus grados inferiores.
Cuanto más se eleva un hombre, más pequeño les parece a los que no saben volar.
Símbolos son todos los nombres del bien y del mal; no expresan, tan sólo insinúan.
Qué sabe del amor quien no ha tenido que despreciar precisamente lo que más amaba.
No pocas veces ya he dicho adiós; conozco las horas desgarradoras de la despedida.
No pensaban suficientemente hondo, así que su sentir no descendía hasta los fondos.
Repudio a los misericordiosos que se complacen en su compasión; les falta vergüenza.
Vuestra virtud es vuestro propio ser, y no nada ajeno a vosotros; es piel y disfraz.
Las mentes más profundas de todos los tiempos han sentido compasión por los animales.
Apenas si me vino ella más que como un abrir y cerrar de ojos divinos, como instante.
Ay, también a vosotros, almas grandes, os susurra él al oído sus siniestras mentiras.
Que seria de tu felicidad, radiante astro, si no tuvieras aquellos para los que brillas.
Enderezaste tus pasiones hacia tu meta suprema; entonces se convirtieron en tus virtudes.
En un tiempo el espíritu fue Dios, luego se hizo hombre, y ahora hasta se ha hecho plebe.
La palabra más soez y la carta más grosera son mejores, son más educadas que el silencio.
Y aun la ceguera del ciego y su andar a tiento han de dar fe del poder del sol que miró...
¿No tendría que ser yo un barril de memoria si pretendiese llevar conmigo hasta mis razones?
La vida es un instinto de desarrollo, de supervivencia, de acumulación de fuerzas, de poder.
Ebrio placer es, para quien sufre, apartar la vista de su sufrimiento y perderse a sí mismo.
¡Ay, hermanos, ese dios que yo creé era obra humana y demencia humana, como todos los dioses!
Vosotros miráis hacia arriba cuando ansias elevaros; yo miro hacia abajo, pues estoy elevado.
Este mundo, eternamente imperfecto, imagen, e imagen imperfecta, de una contradicción eterna.
Hay que mantener sujeto el corazón; pues cuando se lo suelta no se tarda en perder la cabeza.
Quien escribe con sangre, y escribe sentencias, ha de ser no leído, sino aprendido de memoria.
Prefiero unos pocos allegados a las malas compañías; pero deben saber ir y venir oportunamente.
"Sé al menos mi enemigo"... Así habla el verdadero respeto que no se atreve a implorar amistad.
Hay siempre un poco de locura en el amor. Más también hay siempre un poco de razón en la locura.
Pues estaba acostumbrado a caminar en la noche y le gustaba mirarle a la cara a todo lo dormido.
Un peligroso cruzar, un peligroso mirar hacia atrás, un peligroso estremecerse y detener el paso.
Y es que nada hay tan difícil como cerrar por amor la mano abierta y avergonzarse de su generosidad.
Siempre es consolador pensar en el suicidio: de este modo se puede sobrellevar más de una mala noche.
En la montaña el camino más corto es de cima en cima; pero para eso hay que tener las piernas largas.
Amo a los que no saben vivir sino encaminados al hundimiento; pues son los únicos que cruzan el abismo.
Lenta es la experiencia de todos los pozos profundos; tardan mucho en saber lo que ha caído a su fondo.
Y he de aprender aún a acercarme a ti con mayor modestia; demasiado impetuoso va aún hacia ti mi corazón.
Todo el mundo cree que puede decir algo cuando se habla del tiempo, de las enfermedades y del bien y el mal.
No permitáis que alcen vuelo, abandonando las cosas terrenas, y con sus alas golpeen contra paredes eternas.
A pesar de que es malo; peor es silenciarlo, pues todas las verdades silenciadas acaban por destilar veneno.
El hombre del conocimiento debe no solamente saber amar a sus enemigos, sino también saber odiar a sus amigos.
Estoy demasiado enardecido y abrasado por pensamientos propios, a tal punto que muchas veces me siento sofocado.
En el dolor hay tanta sabiduría como en el placer; ambas son las dos grandes fuerzas conservadoras de la especie.
Muchos mueren demasiado tarde y algunos prematuramente. No entra aún en los oídos la doctrina del morir a tiempo.
La verdad es que amamos la vida, no porque estemos acostumbrados a ella, sino porque estamos acostumbrados al amor.
Los alemanes inventaron la pólvora -¡todos mis respetos por ello! Pero volvieron a compensado- inventaron la prensa.
Siempre habíais sido lo más caro a mi corazón, mi posesión y mi obsesión; por eso tuvisteis que morir prematuramente.
Cien profundas soledades forman juntas la ciudad de Venecia -ésa es su magia. Una imagen para los hombres del futuro.
Amo al que hace de su virtud su afán y fatal destino; pues por su virtud quiere seguir con vida y no quiere vivir más.
La mentira más común es aquella con la que un hombre se engaña a sí mismo. Engañar a los demás es un defecto relativamente vano.
No miente sólo el que habla contrariando su propio saber, sino sobre todo el que habla contrariando su propio no saber.
Alguien dijo: "hay dos personas sobre las cuales nunca he reflexionado a fondo: es el testimonio de mi amor por ellas".
Y el que apetezca la gloria debe despedirse a tiempo del honor y dominar el arte difícil de irse en el momento oportuno.
Pero una cosa es el pensamiento, otra la acción y otra la n de la acción. No gira entre ellos la rueda de la causalidad.
Dotado de facciones más divinas resurge, y seduce precisamente por su sufrimiento; y os agradecerá por haberlo derribado.
Quien se permite hablar en público tiene el deber, tan pronto modifique sus opiniones, de contradecirse también en público.
(...) El filósofo tiene hoy el deber de desconfiar, de mirar maliciosamente de reojo desde todos los abismos de la sospecha.
En la mayoría de los casos aun continua siendo eficaz contra el amor el viejo remedio radical: el amor que responde al nuestro.
No es licito querer devolver y restituir lo que el amor da: en el mar del amor debe estar ahogado todo instinto de restitución.
Mas precisamente para el héroe lo bello es lo más difícil. Inaccesible es la belleza a todas las voluntades impetuosas.
Para vivir sólo es preciso ser un animal o un dios -dice Aristóteles. Falta el tercer caso: hay que ser ambas cosas: un filósofo.
Y si el río de mi amor se precipita por fragoso terreno, no importa, no hay río que no se abra paso tarde o temprano hacia el mar.
No alrededor de los inventores de estrépito nuevo, sino en torno de los inventores de valores nuevos gira el mundo, silenciosamente.
Aspiras a las libres alturas; tu alma anhela alcanzar el mundo de las estrellas. Más también tus malos instintos ansían la libertad.
Y este ser sincero, el yo, habla del cuerpo y lo quiere incluso cuando sueña y se forja ilusiones y aletea con un batir de alas rotas.
Los que mas han amado hasta ahora al ser humano le han hecho siempre el máximo daño: han exigido de él lo imposible, como todos los amantes.
Su espíritu había perecido ahogado en su compasión; y cuando engrosaba y se desbordaba su compasión, siempre sobrenadaba una gran estupidez.
Mas todos los poetas creen que quién tendido en el pasto aguza el oído se entera un poco de las cosas que existen entre el cielo y la tierra.
Con múltiple espejo captaba yo aun su mirada cuando su boca estaba cerrada, para que me hablaran sus ojos. Y sus ojos me hablaban, en efecto.
Hay que dejar de ser bocado en el momento en que se alcanza el pleno sabor; esto lo saben todos los que desean ser amados durante largo tiempo.
Demasiado tiempo me debatí en la añoranza, con la mirada clavada en la lejanía, demasiado tiempo permanecí en la soledad, así que ya no se callar.
Un cansancio ansioso de alcanzar de un salto, de un salto mortal, la meta ultima, un pobre cansancio ignorante que ya no quería ni siquiera querer.
(...) Las intenciones morales (o inmorales) han constituido en toda filosofía el auténtico germen vital del que ha brotado siempre la planta entera.
La persona que tiene mucha alegría es necesariamente buena: pero tal vez no sea la más lista, aunque consigue precisamente aquello que la más lista trata de conseguir con toda su listeza.
"No me caigo bien a mí mismo", dijo alguien para explicar su propensión a la sociedad. "El estómago de la sociedad es más sólido que el mío, me aguanta".
La crueldad es a menudo el signo de una insatisfacción interior que anhela un narcótico; y también lo es una cierta desconsideración cruel del pensamiento.
Y muchas veces uno sólo quiere saltar mediante el amor por encima de la envidia. Y muchas veces uno ataca, haciéndose un enemigo, para disimular que es atacable.
Quiero sacar a luz todos los secretos de vuestro fondo; y cuando estéis expuestos, escarbados, al sol, también vuestra mentira estará separada de vuestra verdad.
Se parecen ellos a los exaltados; pero lo que los exalta no es su corazón, sino la venganza. Y cuando se vuelven finos y fríos no es su espíritu, sino la envidia.
Ser feliz en la contemplación serena, con la voluntad extinguida, sin la codicia y el afán del egoísmo, frío y gris de pies a cabeza, pero con ojos ebrios de luna.
¿Eres capaz de fijarte por ti mismo tu bien y tu mal y suspender sobre ti la ley de tu propia voluntad? ¿ Eres capaz de ser tu propio juez y el guardián de tu propia ley?
Por eso tiro de vuestra red, para que vuestra furia os haga salir de la guarida de vuestra mentira y de detrás de vuestra palabra, justicia, se precipite vuestra venganza.
Pido pues a mi orgullo que siempre vaya del brazo con mi cordura. Y cuando me abandone mi cordura, pues le gusta alzar el vuelo, que mi orgullo vuele siquiera del brazo con mi locura.
No hay razón para buscar el sufrimiento, pero si éste llega y trata de meterse en tu vida, no temas; míralo a la cara y con la frente bien levantada.
Un hombre de Estado divide a los seres humanos en dos especies, primero instrumentos, segundo enemigos. Propiamente no hay para él, por tanto, más que una especie de seres humanos: enemigos.
Lo que percibe el sentido y conoce el espíritu nunca tiene su fin en si mismo. Sin embargo, el sentido y el espíritu quisieran hacerte creer que son el fin de todas las cosas; tal es su soberbia.
El hecho de que el amor exija una posesión exclusiva lo sitúa a por debajo de la amistad; en esta es posible tener varios buenos amigos, los cuales, a su vez, pueden llegar a hacerse amigos entre si.
Una alianza es mas sólida si los aliados, mas bien que conocerse mutuamente, creen los unos en los otros: por ello, entre enamorados, la alianza es mas sólida antes que después de la unión matrimonial.
El ideal, se seduce a si mismo el seducido, seria amar a la tierra como la ama la luna, y palpar su belleza únicamente con la mirada. Y el no pedir de las cosas más que poder estar tendido ante ellas...
La igualdad hace disminuir la felicidad del individuo, pero abre la vía para la ausencia de dolor de todos. Al final de la meta estaría ciertamente la ausencia de dolor, pero también la ausencia de felicidad.
Las personas más espirituales, suponiendo que tengan el máximo coraje, son también las que viven las tragedias más dolorosas: pero esas personas honran la vida justo porque ésta les opone su máxima hostilidad.
La ciencia moderna tiene como meta: el menor dolor posible, la vida más larga posible, es decir, una especie de eterna bienaventuranza, ciertamente muy modesta en comparación con la prometida por las religiones.
El que yo tenga cariño, y muchas veces demasiado cariño, a la sabiduría, obedece al hecho de que me recuerda a la vida. Tiene ella el mismo mirar, la misma risa… ¿Qué culpa tengo yo de que las dos se parezcan tanto?
En los individuos es rara la locura - pero es la regla en los grupos, partidos, pueblos, épocas y por ello los historiadores no han hablado hasta ahora de locura. Pero alguna vez la historia la escribirán los médicos.
Oh, esos pobres pícaros que están en las grandes ciudades de la política mundial, hombres jóvenes, dotados, torturados por la ambición, que consideran su deber decir su palabra acerca de todos los sucesos... ¡Y siempre sucede algo!
Casi todo político tiene tanta necesidad, en determinadas circunstancias, de un hombre honesto, que, cual si fuera un lobo hambriento, irrumpe en el redil; mas no para devorar el cordero robado, sino para ocultarse tras su lanoso lomo.
Lo que más nos aproxima a una persona es esa despedida, cuando acabamos separándonos, porque el sentimiento y el juicio no quieren ya marchar juntos; y aporreamos con violencia el muro que la naturaleza ha alzado entre ella y nosotros.
¿Donde está la belleza? Allí donde uno tiene que querer con toda la fuerza de voluntad; allí donde uno quiere amar y perecer, para que tal imagen deje de ser nada más que imagen. Amar y perecer; desde todas las eternidades lo uno está ligado a lo otro.
Es bien sabido que la ciencia y el nacionalismo son cosas que se contradicen, aunque los monederos falsos de la política nieguen ocasionalmente ese saber: pero también llegará ¡por fin! El día en que se comprenderá que sólo para su daño puede ahora toda cultura superior seguir cercada por vallas nacionales.
La cultura y el Estado -no nos engañemos sobre esto- son rivales: el "Estado de cultura" no pasa de ser una idea moderna. Lo uno vive de lo otro, lo uno prospera a costa de lo otro. Todas las épocas grandes de la cultura son épocas de decadencia política: lo que es grande en el sentido de la cultura ha sido apolítico, incluso antipolítico.
¡La doctrina de la igualdad!... Pero si no existe veneno más venenoso que ése: pues esa doctrina parece ser predicada por la justicia misma, mientras que es el final de la justicia..."Igualdad para los iguales, desigualdad para los desiguales" - ése seria el verdadero discurso de la justicia: y, lo que de ahí se sigue, "no igualar jamás a los desiguales".
El amor prolongado es posible -aun siendo un amor feliz- porque no es fácil poseer a un ser humano hasta el final, conquistarlo hasta el final -siempre se abren fondos nuevos, cuartos traseros del alma nuevos, aún no descubiertos, y también hacia ellos alarga sus manos la infinita ansia posesiva del amor-. Pero el amor finaliza tan pronto como sentimos un ser como limitado.
¿De dónde surgen las pasiones repentinas de un varón por una mujer, las pasiones hondas, entrañables? De lo que menos, de la sola sensualidad; pero cuando el varón halla juntos en una sola criatura el desamparo, la debilidad y, a la vez, la altanería, en su interior es como si su alma quisiera desbordarse: queda conmovido y ofendido en un mismo instante. En ese punto brota la fuente del gran amor.
Es preciso aprender a amar y a ser bondadosos, y eso, desde la juventud; si ni la educaci6n ni el azar nos proporcionan ocasión de ejercitar tales sentimientos, nuestra alma se volverá seca e incluso inepta para comprender las delicadas invenciones de las personas amables. También es preciso que el odio sea aprendido y alimentado, si queremos llegar a ser buenos odiadotes. De lo contrario también su germen ira muriendo poco a poco.
El amor desea, el temor evita. A eso se debe la imposibilidad de que alguien sea amado y respetado a la vez por la misma persona, al menos en el mismo espacio de tiempo. Pues quien respeta reconoce el poder, es decir, lo teme: su estado es el temor respetuoso. Pero el amor no reconoce ningún poder, nada que separe, diferencie, anteponga o subordine. Como el amor no respeta, las personas ávidas de respeto son secreta o públicamente reacias a ser amadas.
El miedo ha favorecido mas el conocimiento general del ser humano que el amor, pues el miedo quiere adivinar quién es el otro, qué es lo que puede, qué es lo que quiere: equivocarse en eso constituiría un peligro y una desventaja. El amor, por el contrario, tiene un secreto impulso a ver en el otro la mayor cantidad posible de cosas bellas o a elevarlo lo mas alto posible: equivocarse a ese respecto seria para el amor un placer y una ventaja, y actúa de ese modo.
El profundo respeto a la vejez y a la tradición -el derecho entero se basa en ese doble respeto-, la fe y el prejuicio favorables para con los antepasados y desfavorables para con los venideros son típicos de la moral de los poderosos; y cuando, a la inversa, los hombres de las "ideas modernas" creen de modo casi instintivo en el "progreso" y en "el futuro" y tienen cada vez menos respeto a la vejez, eso delata ya suficientemente la procedencia no aristocrática de esas "ideas".
Cuando una vida larga y una actividad prolongada, además de discursos y escritos, dan testimonio público de un personaje, el trato con él suele decepcionar, por dos razones: de un lado, porque se aguardan demasiadas cosas de un breve período de trato con él -a saber, todas las que sólo las mil ocasiones de la vida han ido haciendo visibles-, y, de otro, porque ningún personaje reconocido sigue esforzándose en cortejar a un particular para conquistar su reconocimiento. El está demasiado relajado - y nosotros, demasiado tensos.
Las mujeres se ponen pálidas ante la idea de que su amado no sea digno de ellas; y los hombres, ante la idea de no ser dignos de sus amadas. Estamos hablando aquí de mujeres cabales, de hombres cabales. Tales hombres, que ordinariamente tienen confianza en sí mismos y sentido del poder, se avergüenzan y dudan de sí mismos cuando se hallan en estado de pasión; tales mujeres, en cambio, suelen sentirse ordinariamente como las débiles, como las dispuestas a la entrega, pero, en la elevada excepción de la pasión, tienen su orgullo y su sentido del poder, el cual pregunta: ¿Quién es digno de ti?
Un filósofo es alguien que constantemente vive, ve, oye, sospecha, espera, sueña cosas extraordinarias; alguien al que sus propios pensamientos lo golpean como desde fuera, como desde arriba y desde abajo, constituyendo su especie peculiar de acontecimientos y rayos; acaso él mismo sea una tempestad que camina grávida de nuevos rayos; un hombre fatal, rodeado siempre de truenos y gruñidos y aullidos y acontecimientos inquietantes. Un filósofo: ay, un ser que con frecuencia huye de sí mismo, que con frecuencia tiene miedo de sí -pero que es demasiado curioso para no "volver a sí" una y otra vez.
Paréceme que un enfermo es más irreflexivo cuando tiene médico que cuando se cuida por sí mismo de su salud. En el primer caso le basta con observar estrictamente todas las recetas; en el segundo caso nos fijamos con más conciencia en lo que constituye la meta de todas las recetas, a saber, nuestra salud, observamos más cosas, nos ordenamos. Y prohibimos muchas más cosas que siguiendo las indicaciones del médico. Todas las reglas tienen este efecto: distraer del fin que está tras la regla y volvemos más irreflexivos. Y cómo habría aumentado la irreflexión de la humanidad, hasta llegar a ser algo indomable y destructivo, si alguna vez, considerando a Dios como médico, hubiese dejado en manos de él, con completa honestidad, todas las cosas, según la fórmula que dice: "¡Como Dios quiera! ".
El Don Juan del conocimiento: ningún filósofo ni poeta lo ha descubierto todavía. Es un hombre que no siente amor por las cosas que conoce, pero que tiene ingenio, ganas y gusto por la caza e intrigas del conocimiento -¡hasta subir a las más altas y lejanas estrellas de éste! -, hasta que por fin ya no queda nada que cazar. Excepto lo absolutamente doloroso del conocimiento, como le ocurre al bebedor, que a la postre bebe ajenjo y aguardiente. Así que al final el Don Juan del conocimiento se encapricha del infierno - es el último conocimiento que lo seduce. ¡Es posible que también el infierno lo decepcione, como toda cosa conocida! ¡Y entonces tendría que permanecer inmóvil por toda la eternidad, sólidamente clavado a la decepción, convertido él mismo en convidado de piedra, y con grandes ganas de una cena del conocimiento, que nunca le sirve! Pues este entero mundo de las cosas no tiene ya ningún bocado que ofrecer a ese hambriento.
Que es el amor sino comprender y alegrarse de que otro viva, actué de y sienta de manera diferente y opuesta a la nuestra? Para que el amor supere con la alegría los antagonismos no debería suprimirlos, negarlos. Incluso el amor a si mismo contiene como presupuesto suyo la dualidad (o la pluralidad) indisoluble, en una sola persona.
Dos cosas quiere el hombre de verdad: el peligro y el juego. Por eso quiere la mujer, que es el juguete más peligroso.
En algunos la castidad es una virtud, en muchos es casi un vicio.
Quien con monstruos lucha cuide de convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti.
En el mundo no hay más que un camino que sólo tú puedes recorrer: ¿A dónde conduce? No preguntes, síguelo. ¿Quién dijo que "un hombre jamás se eleva tan alto como cuando no sabe a dónde puede llevarle su camino"?
La irracionalidad de una cosa no es un argumento en contra de su existencia, sino más bien una condición de la misma.
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