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Frases De José Ortega Y Gasset

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Enamorarse es sentirse encantado por algo, y algo sólo puede encantar si es o parece ser perfección.
El amor auténtico se encuentra siempre hecho. En este amor un ser queda adscrito de una vez para siempre y del todo a otro ser. Es el amor que empieza con el amor.
El amor, a quien pintan ciego, es vidente y perspicaz porque el amante ve cosas que el indiferente no ve y por eso ama.
Los hombres más capaces de pensar sobre el amor son los que menos lo han vivido; y los que lo han vivido suelen ser incapaces de meditar sobre él.
El progreso no consiste en aniquilar hoy el ayer, sino, al revés, en conservar aquella esencia del ayer que tuvo la virtud de crear ese hoy mejor.
La belleza que atrae rara vez coincide con la belleza que enamora.
El malvado descansa algunas veces; el necio jamás.
El deseo muere automáticamente cuando se logra: fenece al satisfacerse. El amor en cambio, es un eterno insatisfecho.
No hay amor sin instinto sexual. El amor usa de este instinto como de una fuerza brutal, como el bergantín usa el viento.
A la república solo ha de salvarla pensar en grande, sacudirse de lo pequeño y proyectar hacia lo porvenir.
De querer ser a creer que se es ya va la distancia de lo trágico o lo cómico.
El hombre no tiene naturaleza, sólo tiene historia.
El liberalismo es la suprema generosidad: es el derecho que la mayoría otorga a la minoría aunque ese enemigo sea débil.
El que quiera contemplar un torrente lo primero que debe hacer es no ser arrastrado por él.
En tanto que haya alguien que crea en una idea, la idea vive.
He reducido el mundo a mi jardín y ahora veo la intensidad de todo lo que existe.
La ciencia consiste en sustituir el saber que parecía seguro por una teoría, o sea, por algo problemático.
La vida cobra sentido cuando se hace de ella una aspiración a no renunciar a nada.
Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejía moral.
Sin amor, estaríamos como niños perdidos en la inmensidad del cosmos.
Sólo es posible avanzar cuando se mira lejos. Solo cabe progresar cuando se piensa en grande.
Yo soy yo y mi circunstancia.
Hay quien ha venido al mundo para enamorarse de una sola mujer y, consecuentemente, no es probable que tropiece con ella.
Quien en nombre de la libertad renuncia a ser el que tiene que ser, ya se ha matado en vida: es un suicida en pie. Su existencia consistirá en una perpetua fuga de la única realidad que podía ser.
Algunas personas enfocan su vida de modo que viven con entremeses y guarniciones. El plato principal nunca lo conocen.
El hombre se diferencia del animal en que bebe sin sed y ama sin tiempo.
El mayor crimen está ahora, no en los que matan, sino en los que no matan pero dejan matar.
La vida es una serie de colisiones con el futuro; no es una suma de lo que hemos sido, sino de lo que anhelamos ser.
El hombre es el ser que necesita absolutamente de la verdad y, al revés, la verdad es lo único que esencialmente necesita el hombre, su única necesidad incondicional.
Cuidado de la democracia. Como norma política parece cosa buena. Pero de la democracia del pensamiento y del gesto, la democracia del corazón y la costumbre es el más peligroso morbo que puede padecer una sociedad.
La civilización no dura porque a los hombres sólo les interesan los resultados de la misma: los anestésicos, los automóviles, la radio. Pero nada de lo que da la civilización es el fruto natural de un árbol endémico. Todo es resultado de un esfuerzo. Sólo se aguanta una civilización si muchos aportan su colaboración al esfuerzo. Si todos prefieren gozar el fruto, la civilización se hunde.
Mientras el tigre no puede dejar de ser tigre, no puede destigrarse, el hombre vive en riesgo permanente de deshumanizarse.
La vida nos ha sido dada, pero no nos ha sido dada hecha.
Evitemos suplantar con nuestro mundo el de los demás.
Un historiador es un profeta al revés.
Cada cosa que existe es una virgen que ha de ser amada para hacerse fecunda.
La vida humana eterna sería insoportable.
Para el escritor hay una cuestión de honor intelectual en no escribir nada susceptible de prueba, sin poseer antes ésta.
¿Qué perfección es ésta que complace y no subyuga, que admira y no arrastra?
Es funesto que nos acostumbremos a reconocer como ejemplos de sana belleza algunas obras clásicas, que acaso son objetivamente muy valiosas, pero que no causan deleite.
El mundo es la suma total de nuestras posibilidades vitales.
Lo característico del momento es que el alma vulgar, sabiéndose vulgar, tiene el denuedo de afirmar el derecho de la vulgaridad y lo impone donde quiera... Quien no sea como todo el mundo, quien no piense como todo el mundo, corre el riesgo de ser eliminado.
La mayor parte de los hombres no tiene opinión, y es preciso que esta le venga de fuera a presión, como entra el lubricante en las máquinas.
El camuflaje es, por esencia, una realidad que no es la que parece. Su aspecto oculta, en vez de declarar su sustancia. Por eso engaña a la mayor parte de las gentes. Sólo se puede librar de la equivocación que el camuflaje produce quien sepa de antemano, y en general, que el camuflaje existe.
El rico se abre un cauce y luego el cauce esclaviza al río.
El amor, más que un poder elemental, parece un género literario. Porque el amor, más que un instinto, es una creación, y aun como creación nada primitiva en el hombre.
El hombre mejor no es nunca el que fue menos niño, sino al revés: el que al pisar los treinta años encuentra acumulado en su corazón el más espléndido tesoro de la infancia.
El vino da brillantez a las campiñas, exalta los corazones, enciende las pupilas y enseña a los pies la danza.
Es importante acentuar el papel que juegan sobre el amor la fisonomía y los gestos tales como un beso. Revelan el auténtico ser de la persona que amamos.
No somos disparados a la existencia como una bala de fusil cuya trayectoria está absolutamente determinada. Es falso decir que lo que nos determina son las circunstancias. Al contrario, las circunstancias son el dilema ante el cual tenemos que decidirnos. Pero el que decide es nuestro carácter.
Dime cómo te diviertes y te diré quién eres.
Siempre que enseñes, enseña a la vez a dudar de lo que enseñas.
Que no sabemos lo que nos pasa: eso es lo que nos pasa.
Con la moral corregimos los errores de nuestros instintos, y con el amor los errores de nuestra moral.
Sorprenderse, extrañarse, es comenzar a entender.
Lo menos que podemos hacer, en servicio de algo, es comprenderlo.
La máxima especialización equivale a la máxima incultura.
Los hombres no viven juntos porque sí, sino para acometer juntos grandes empresas.
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